Se desgarró la piel, prolijamente,
Dejando parchecitos
como de plasticola
como de me estoy despellejando.
Le recordó veranos en la playa,
haber visto el amor alguna vez,
nunca en sus ojos,
jamás otra piel encima de su piel.
Le costó un poco detrás de las orejas,
debajo de las uñas,
no se animó a tironearse los párpados,
ni los labios, ni el ombligo.
Intentó recordar al nacer
quién fue que hizo ese nudo,
la cara de su madre,
el sonido de su llanto,
algo,
pero no pudo.
Se sacó las uñas,
una a una
y las pintó de carmín
para guardarlas en una cajita
de cartón.
Gritó, gritó, gritó.
Se escuchó a conciencia.
Se dio la razón como a los locos,
y como un loco,
abrió la ventana
y voló.